Como cada 27 de agosto, la localidad zaragozana de Tarazona, una de las localidades con más encanto de Aragón, en honor a San Atilano, santo y patron turiasonense. Es posible que si a estas fiestas las nombramos por su denominacion oficial no os resulten conocidas; sin embargo, si nos referimos a ellas por su nombre oficioso, creemos que ya os vendrán a la mente las imágenes de la Plaza del Ayuntamiento de Tarazona repleta hasta la bandera tratando de ser atravesada por un pintoresco personaje que se abre paso entre la muchedumbre mientras le avasallan a base de tomatazos.
El Cipotegato es el acto principal de dichas fiestas, su imagen más reconocible y uno de los mayores orgullos de la localidad aragonesa. Si nunca habéis estado, os recomendamos que os alojéis en una de las casas rurales de Tarazona y el Moncayo y os dejéis llevar por el espíritu de esta famosa celebración.
El Cipotegato es una fiesta declarada de Interés Turístico Nacional en 2009, y sus inicios se pierden en el tiempo. En la maravillosa Catedral de Tarazona existe un archivo del siglo XVIII de un personaje llamado “El Pellexo de Gato” que corría tras los niños en el día del Corpus Christi.
Sea como fuere, a comienzos del siglo XX ya se celebraba la fiesta -casi- como hoy en día. Decimos casi porque la costumbre de lanzar tomates al personaje arlequinado es relativamente reciente. Pese a ello, ha arraigado profundamente y es ya la seña de identidad de las Fiestas de San Atilano
Otras fuentes indican que la tradición del Cipotegato arrancó junto a la antigua costumbre de excarcelar a un preso durante las fiestas. Dicen que si, este condenado, una vez salido de la prisión, podía abandonar la localidad sin ser atrapado, le sería otorgada la libertad.
Lo que el pobre desdichado desconocía, es que el pueblo le esperaba con piedras y palos, dispuestos a evitar que se cumpliera la promesa de libertad.
Por suerte, hoy ya no son piedras, sino tomates -cuanto más maduros mejor, por favor. Pues si no, no habrá forma de diferenciarlos de las piedras usadas tiempo atrás-, lo que usan turasionenses y visitantes en el escarnio que sufre el Cipotegato. Y hoy en día, tampoco es un convicto quien realiza el recorrido.
El Cipotegato, en el momento álgido. Fotografías: Alfonso Bermejo García
Probablemente, el mayor honor que puede recibir un joven, o una joven, de Tarazona es ser elegido Cipotegato. El sorteo es realizado desde el ayuntamiento y en rigurosísimo secreto se le es comunicado al agraciado con tiempo suficiente para que, junto a familiares y amigos que le abrirán paso entre la muchedumbre, pueda planificar el recorrido que llevará a cabo por las empinadas cuestas de Tarazona.
El secreto es celosamente guardado por el protagonista y su círculo íntimo hasta el momento cúlmen del acontecimiento, cuando el Cipotegato, exhausto tras haber corrido por todo el pueblo, llega al punto de partida, la Plaza del Ayuntamiento y se sube al monumento en su honor que allí se encuentra.
Es entonces cuando todos los presentes estallan de júbilo y se dan por inauguradas las fiestas del Cipotegato, que se alargarán, normalmente, durante tres o cuatro días más entre otras celebraciones. Eso sí, ya no tan famosas ni simbólicas como el propio Cipotegato.
El éxtasis final del Cipotegato. Fotografía: Neva Micheva
Aun estáis a tiempo de acercaros a Tarazona este fin de semana disfrutar de sus fiestas, de su espectacular entorno y de su maravillosa gastronomía.